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Alma Delia Murillo

31/12/2016 - 12:05 am

El año que fuimos, las palabras que somos

Las palabras no se olvidan fácil. No podemos olvidarlas porque el lenguaje nos hace, nos relata, el lenguaje es fósil de lo más hermoso y horrible de nuestra historia como seres humanos.

Y si la encuentras pobre, no fue Ítaca quien te defraudó

—Konstantino Kavafis

 

 las palabras no se olvidan fácil. No podemos olvidarlas porque el lenguaje nos hace, nos relata, el lenguaje es fósil de lo más hermoso y horrible de nuestra historia como seres humanos. Foto: Pinterest
Las palabras no se olvidan fácil. No podemos olvidarlas porque el lenguaje nos hace, nos relata, el lenguaje es fósil de lo más hermoso y horrible de nuestra historia como seres humanos. Foto: Pinterest

En algún sitio, en algún lugar de la memoria o del cuerpo se almacena el relato de cada año vivido.

Discrecionalmente las palabras aprendidas a lo largo de nuestro paso por la vida se acumulan, adquieren otros significados o duermen, pero no mueren.

La primera vez que mi abuela octogenaria escuchó la palabra celular, se quedó patidifusa: ¿qué pues es eso del cedular?, preguntó. Fue hace veintiséis años,  estrenábamos década, era el año de 1990.

Y nos volvimos locos con la palabra inventada de mi abuela —que decía todo mal y se regodeaba en ello— y desde entonces así le llamamos al teléfono móvil mis hermanos y yo: el cedular.

Aunque se burlaba de nosotros y preguntaba si habíamos nacido con el aparatito ese pegado al culo, a ella la impresionó. Y eso que no existían aún los teléfonos inteligentes y eran tiempos donde la línea fija rifaba y sólo unos cuántos tenían un tabique móvil. El celular fue un antes y después en el universo verbal, al menos para mi abuela, que nunca aprendió a utilizarlo. Ni lo tocaba, le causaba tremendo susto que disfrazaba de desprecio. Era sabia; ella supo que había que tenerle miedo al aparatito ese, o al menos respeto, o al menos cuidado.

Ocurrió algo similar cuando escuchó sobre el clima cambiático, como bautizó al fenómeno del cambio climático y que también le parecía desconocido y sorprendente. Palabras nuevas para el vocabulario de mi abuela.

Hace ya rato que reviso cada diciembre el reporte anual de tendencias en búsquedas y palabras clave que los mexicanos consultamos a Google. El ejercicio es morboso, lo sé, pero no lo resisto. Ahí está la radiografía caótica de lo que somos, nuestro paisaje de flechas sin trayectoria, de jauría que corre sin perro de adelante.

Es un laboratorio, un campo semántico que da cuenta de un fenómeno hecho de alteraciones. Palabras nuevas para los mexicanos o al menos vocablos recién descubiertos, vigorosamente desempolvados, otros que nacieron destinados a convertirse en famosos momentáneos como one-hit wonder.

Asómense al resumen anual de Google, déjense atrapar por la compulsión de abrir cada categoría y subcategoría. Es laberíntico, interminable. Comparto aquí algunas palabras que exploré en el reporte del año 2016 para México.

Los Panamá Papers que encendieron la llama de la indignación pero más la llama de la curiosidad, se impusieron en nuestras bocas y en nuestros buscadores. Fuego de un bimestre que se apagó para dar paso al calor de la marcha violeta contra la violencia de género salpicada de frases como Ni una más y bienvenida la sororidad pero putas todas, en particular la periodista Andrea Noel porque está muy guapa y la atleta Alexa Moreno porque está gorda y nos cagamos en la voluntad de Rubí porque para eso es mujer y tiene apenas quince años. Es perturbador lo que atestiguan los reportes en línea de la esquizofrenia colectiva frente a la violencia de género, pareciera que la fórmula maldita no tiene remedio: mientras más espacios públicos ganamos las mujeres, más objeto somos de agresiones desbordadas.

2016 fue el año de producción a granel de Ladies y Lores: condecoramos a Lady Cien Pesos, a Lady Reportera, a Lady Matemáticas, a Lady Wuuu; concedimos el título nobiliario a diestra y siniestra. Sin olvidar a Lord Audi que tiene mención honorífica por la fulminante reacción de linchamiento colectivo.

Los buscadores explotaron saltando del doble Hoy no Circula a odiamos Uber pero maldecimos a los taxis convencionales y despreciamos el transporte público y no nos gusta caminar. Tiene su gracia no sólo ignorar hacia dónde vamos sino también en qué medio. Hasta que el destino fatal llegó una vez más: gasolinazo.

Aprendimos durante este año la palabra Brexit que jamás habíamos pronunciado y lo mexicanizamos ¿por qué no? como el Bretsit. Una y otra vez especulamos sobre la Unión Europea y la clase media mexicana tan admiradora de Europa aprendió que incluso ese Continente es falible, que puede tomar decisiones estúpidas, desaparecer, desintegrarse.

Y nos estrenamos en odiar a Donald Trump para castigarlo por su violencia —contradicción pura— al tiempo que defendíamos a Juan Gabriel y linchábamos a Nicolás Alvarado por no avalar nuestros gustos musicales. Celebramos la Fiesta de Muertos con más orgullo que nunca y las calaveritas dejaron de ser populares para convertirse en cultura de primerísimo nivel hollywoodense gracias a James Bond.

Van a encontrar todo eso, si dedican tres horas a navegar el reporte anual de Google. O todo eso los va a encontrar a ustedes. Qué cosa fascinante y escalofriante es constatar que ahora nuestras conversaciones están documentadas. Para siempre. O hasta que la nube explote y el universo se reinicie y nadie recuerde la contraseña.

Pero las palabras no se olvidan fácil. No podemos olvidarlas porque el lenguaje nos hace, nos relata, el lenguaje es fósil de lo más hermoso y horrible de nuestra historia como seres humanos.

El lenguaje también abre y cierra ciclos personalísimos. Culmina diciembres y reinicia eneros a nivel individual. Este año pronuncié por primera vez la palabra papá para decírselo al que tenía que decírselo y aprendí nombres que no conocía y que ahora son imprescindibles en mi corazón. Nominé deseos que no sabía que existían, experimenté emociones sin saber cómo se llamaban y que me hicieron guardar silencio por meses hasta que aprendí a articularlas, a nombrarlas. Mi recuento íntimo de palabras del 2016 hoy constituye un universo en gestación.

Que cada uno tenga su cosecha de vocabulario nuevo, desempolvado, redescubierto, algún memorable one-hit wonder.

Con mi abrazo siempre agradecido, les deseo que el año que termina haya valido cada segundo, que el 2017 valga cada respiración. Que no dejemos de ser y hacer lenguaje. Y que arranque el estreno de palabras.

 

@AlmaDeliaMC

 

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